Después de tener que preguntar un par de veces mas, incluyendo a un coche de policía, nos indicaron exactamente cual era el camino. Estaba cerrado con candado. Y se veía una enorme pirámide entre la selva en la lejanía, a un par de kilómetros de distancia. No me lo pensé dos veces y decidí saltar la barrera y acercarme, pedír permiso a los arqueólogos para que nos dejaran pasar y volver a buscar al resto de nuestra expedición para que pudieran visitar el lugar. Creí que lo mejor sería ir solo, ya que comenzaba a chispear y acostumbrado a trotar por el campo, me podría mover mas ligero. Marta y Berta se quedaron en el coche a esperarme.
Los primeros cientos de metros fueron muy agradables, por un camino entre campos de cultivo, hasta una segunda barrera (que también tuve que saltar). A partir de ahí me interné en la selva, entre sucesivos chaparrones y con el cielo encapotado. Ya no se veía la pirámide, pero me imaginaba donde estaba. El primer problema fueron las encrucijadas de caminos entre la selva, que convirtieron mi paseo en una lotería, y se ve que fallé la combinación, ya que en lugar de acercarme al sitio en el que yo pensaba que encontraría el yacimiento, la ruta me llevaba mas lejos, entre árboles y campos. Me hinché de ver pájaros de todos los colores (naranjas, azules, inidentificables) pero de la pirámide ni rastro. decidí volver sobre mis pasos e intentar otra ruta.
Finalmente hallé una especie de campamento entre la jungla, con chozas y palapas, con ropa tendida y zapatos en los porches, pero ni un alma. Pensé que tal vez los trabajadores estarían en el yacimiento. Pero ni rastro de éste. La verdad es que el campamento bien podría ser de arqueólogos, de narcotraficantes, o de la guerrilla zapatista, así que algo inquieto por un posible encuentro sí que estaba... Al fin, tras un largo rato de recorrer senderos, reconocí montículos de escombros cubiertos de vegetación, restos de una ciudad maya inexcavada en medio de la selva. Y llegué a una plaza cubierta de árboles de la que partía una enorme rampa, que conducía hacia la pirámide, por fin.
No había nadie, ni un ruido, aparte de los cantos de aves y el rumor del chaparrón. La pirámide era muy alta, y casi todo su costado estaba cubierto de toldos de techo de hoja de palma. Mientras subía pude ver que, en proceso de excavación y restauración, había una serie de espectaculares mascarones escalonados, muy grandes, y con un estilo muy diferente al que habíamos visto hasta ahora, con un aire olmeca. Subí hasta arriba para ver la vista, y me fijé que la zona de la que venía estaba mas lejos de lo que pensé al principio, con lo que la pirámide era mas grande de lo que calculé en la distancia.
Me había entretenido mucho tiempo, así que decidí regresar deprisa a donde me esperaban las chicas, ya que sin cobertura móvil (evidentemente) no podían saber que todo iba bien. Troté un rato mas hasta salir de la selva, y junto a la segunda barrera me encontré a Marta y a Berta, que me esperaban preocupadas, después de haberse imaginado mil historias para mi retraso. Como se había hecho tarde, ya no tuvimos tiempo de volver con ellas, así que lo dejamos para otra ocasión. Todo fue muy bien, vi el yacimiento entre la selva y los mascarones, y ya me se el camino para la próxima vez.
Nuestra nota: 8'5/10
Lo mejor: La experiencia de buscar entre la selva, y, por supuesto, esos mascarones increibles.
Lo no tan bueno: Por culpa de la cubierta vegetal es complicado hacer fotos a los mascarones.
Recomendamos: Si no sois un poco aventureros, esperar que abran el yacimiento para visitantes. Si lo sois, id en fin de semana para colaros, ya que no parece que haya nadie en la zona.
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Add CommentDespués de un tiempo prudencial sin noticias de Jesús empecé a preocuparme. En ese momento maldije haber visto tanto cine de desgracias. Cuando pensé que una banda de narcotraficantes habían capturado a mi chico por introducirse furtivamente en sus campos, Berta y yo saltamos la barrera y empezamos a caminar frenéticamente (yo un poco más frenética). Al final nos encontramos al aventurero todo mojado y sonriendo de oreja a oreja. Y nosotras sin ver las ruinas. Por lo menos pude ver un zorrito por el camino.
Otro zorrito o solo viste a Jesús
Jejeje, si hubiera sido yo, habría sido un zorraco y no un zorrito
Muy bueno Jesús, a pesar del susto del "ignoto" campamento no pudiste resistir la tentación de recorrer la pirámide.
Yo pondría en lo peor lo que sufrió la pobre Marta, ya me la imagino saltando la primera valla y corriendo por la selva dispuesta a enfrentarse a narcos, zapatistas o arqueólogos zombies.
Sentiré no veros este verano en el Taray
Jaime (La Coruña)
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