Para un par de locos como nosotros ver el mapa maya de Campeche es como una tienda de caramelos enfrente de un colegio. ¡Lo queremos todo! La zona está plagada de pequeños sitios, algunos más restaurados, otros apenas unos restos y todos muy interesantes...
Debido a nuestra agenda debíamos escoger los sitios que fueran un poco más "accesibles" y que merecieran la pena visitar. Así que dentro de la Ruta de Rio Bec introdujimos los sitios de Hormiguero y Rio Bec como excursiones más alternativas de la ruta. Sin duda alguna fue un acierto total.
La primera jornada por la tarde nos acercamos a Hormiguero. Hay una señalización en el crucero principal de Xpujil que lleva hacia allí. Siguiendo esa carretera (perpendicular a la carretera general) llegamos hasta una señalización a la derecha que lleva al sitio. La carretera comienza asfaltada pero poco a poco se va convirtiedo en una terracería. El camino en sí mismo es espectacular. Cada vez más frondoso, cada vez más selvático, con la luz y el ambiente cambiando mientras avanzas. Una vez allí nos llevamos otra gran sorpresa: entrada libre. Supongo que no mucha gente se aventura hasta allí y por eso han retirado el precio de la entrada.
El sitio no está completamente excavado, apenas tiene dos estructuras restauradas, aunque es fácil distinguir multitud de monticulos en los alrededores y alguna que otra plaza cubierta de vegetación. Aun así la visita es impresionante y ese par de estructuras merecen todo el paseo.
Aqui podemos observar otra portada zoomorfa muy bien conservada. Uno no se cansa de ver esas "monstruosidades".
Nuestra nota: 9/10
Lo mejor: La situación. Hasta ese momento la mejor.
Lo no tan bueno: A pesar de una experiencia cercana al 10, se echan en falta más estructuras restauradas.
Recomendamos: Recomendamos recorrer con detenimiento la zona, descubrir las plazas ocultas y los "tuneles" de excavación en busca de estructura y otros tesoros... Al día siguiente nos esperaba el plato fuerte de toda esta aventura: Rio Bec. Nuestro sentido común nos indicaba que si todo el estilo de la zona se llama Rio Bec, el yacimiento con el mismo nombre no nos lo podíamos perder. Buscamos información en internet y en varias guías y la verdad que no encontramos mucho que sirviera de ayuda. Gracias a este lugar decidimos escribir este blog, para poder facilitar a otra gente acceso a este tipo de lugares.
Para llegar a Rio Bec primero hay que llegar al Ejido Veinte de Noviembre. Hay que tomar la carretera 186 de vuelta hacia Chetumal y en el primer desvío a la derecha encontramos la desviación bien señalizada. Hay que seguir la carretera hasta el final, ya que termina en el pueblo. Una vez allí sólo existen las siguientes opciones:
- A la entrada del pueblo hay una pequeña casa violacea, el guía del pueblo vive allí. Recomendamos hablar con él. Es una de las pocas personas con las que es sencillo entenderse en la zona, aunque no siempre puede ayudar (como en nuestro caso). Si váis con un 4X4 o hay alguno disponible para alquilar en el pueblo, él se hace cargo de llevaros hasta el sitio, siempre que no sea época de lluvias (en ese caso el acceso es casi imposible por carretera).
- Aventurarse por el camino en busca del sitio. En época seca y con un buen todo terreno puede hacerse. Los franceses a cargo de la excavacion lo hacen cada año y arreglan un poco el camino. Nosotros recomendamos hablar con los lugareños y no ir por tu cuenta.
- Si ninguna de las anteriores funciona, alquilar unos caballos y contratar un guía. Esta fue nuestra opción y resultó ser toda una experiencia (unos 750MXN por persona, o según negociación). Es una opción nada barata, pero creemos que ha merecido la pena.
Después de una buena sobredosis de selva y de caballo, y justo cuando creíamos que ibamos a morir del dolor de llevar montados varias horas en esos caballos de juguete (bien pequeñitos) llegamos a Rio Bec: una serie de ruinas esparcidas en mitad de la selva. Hay algunos carteles manuales realizados por la gente que está excavando el sitio en verano. Aún así parece que uno ha llegado al fin del mundo.
Nos quedamos sin palabras al llegar. Dejamos a los caballos descansar y permitimos que nuestro guía nos llevara entre las diferentes ruinas.
La visita no es muy larga, y sin duda tardamos mucho más en el camino, pero la vista de esas estructuras nos hizo olvidar el mal trago del camino (para nosotros no acostumbrados a montar a caballo).
A la vuelta nos llovió parte de la ruta, lo que provocó que se despertará un poco la selva a nuestro alrededor. Monos aulladores, todo tipo de pájaros y hasta oimos rugir a un jaguar. Una experiencia inolvidable. A unos 7 km de la meta Jesús dijo basta, se bajó del caballo y continuó todo el camino andando. Nosotras le acompañamos durante parte del trayecto, pero sólo un par de kilómetros. Berta y yo decidimos dejar nuestra dignidad intacta a la llegada al pueblo. Ya se encargaron nuestros amigos mayas de troncharse de Jesús, que era más grande que el propio caballo.
Al llegar teníamos el cuerpo molido y lleno de marcas del maltrato. Estabamos cansados y doloridos por montar esos caballos. Sopesamos si había merecido la pena el viaje, por ese dinero y ese dolor y no lo teníamos del todo claro. Hoy, después de este tiempo, lo sabemos seguro. Mereció la pena cada instante. Ahora que el daño se ha difuminado con el recuerdo de las ruinas entre la vegetación sólo recordamos lo impresionante del camino, el paisaje y la fauna.
Nuestra nota: 9/10
Lo mejor: Experiencia única, ahora sí somos auténticos exploradores. Nuestro guía local. Su conocimiento de la zona, sus historias, su relación con los antiguos mayas...
Lo no tan bueno: Caballo, caballo, caballo. Dios, todavía duele cuando lo recordamos.
Recomendamos: Ir con un guía local. Cambia totalmente la experiencia. Ir sin prisa, el sitio está lejos (unos 17 km), llevar algo de comer y de beber ya que pasamos todo el día fuera. Antimosquitos. Cuidado con las garrapatas. Ir, a pesar de los pormenores.